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26.2.14

El día que Pepe Rubianes nos dejó

pepe rubianes 2Tristemente amaneció apáticamente hace cinco años,  el día se mostraba vestido de negro luto porque Pepe Rubianes, sin saberlo de nadie, estaba preparando la maleta para su partida con muy poco equipaje para tan inesperado y ancestral viaje. Pepe se fue como quiso marcharse; discretamente y bajo el manto del callado y cómplice silencio, sin llamar tampoco mucho la atención. Viajar fue su media vida, y la otra media la dedicó a nosotros, a los espectadores de butacas adosadas a corral de comedias de platea. En la antesala del cómplice escenario nos sorprendió hablándonos de las cosas de la vida, tan sabiamente y locuaz como con sus controvertidas y provocadoras polemizaciones. Trató a la concubina ironía con ocurrencia y con una filtrante sensibilidad, haciendo uso de la maestría de la provocación bien parida por los diáfanos escenarios.
Su pícara y canalla sonrisa, su ácido y saludable sarcasmo rozaba a las almas destempladas y a los falsos eruditos, de los que nos gusta el placer de ser hechizados por el ingenio y el talento infinito. Atentos y avizores estábamos, esperando la sorpresa sentados en la butaca de bajo respaldo atalayada de un teatro. Rebelde por muchas causas y humanista comprometido, a Pepe siempre le preocupó el qué no tenía y llegó a despreciar al necio y al ostentoso, al que se las daba de soberbio, al fascista de turno, al listillo y al chivato con cara de mamón.
Su estatus de “Galaico-Catalán”,  que así le gustaba definirse cuando arrancaba a contar su vida en tablas, fue lugar donde se dejaba contemplar con la fuerza y las ganas que suele tener el agua del río para salir a la mar. Viajar fue su pasión desmedida para un corazón sincero, afanado e interesado siempre en mezclarlo con otras culturas. En eso, no tuvo miedos irracionales que le frenaran. Contar historias vestido de calle en un escenario de fondo vacío y de apático artificio  no es nada fácil, y de ésta escenificación tan personal e irreverente hizo su más destacada virtud. Jamás escondió su compromiso ideológico de tintes idealistas, dando caña habitualmente a la derecha más rancia y avinagrada. De los políticos, para él, decía que eran criaturas de las que poco te podías fiar. Probablemente tenía su plausible razón. Su último proyecto: la Sonrisa Etíope, quedó un tanto desamparado y huérfano de padre cuando se marchó con la discreción del prudente.
Se rió de la vida y todos nos reímos con él. Vivió como quiso vivir; libre, soltero y fornicando cuando quería y las circunstancias se lo permitían. Era capaz de hacer un arte escénico ocurrente y agudo al pronunciar tacos y misceláneas de reniegos. Porqué de las palabras soeces fue capaz de convertirlas en sonetos y cuartetos, haciéndolas rimar con fina mordacidad, como cuando el poeta lo hace con la pura poesía entre suspiros y lamentos que del talento emana. Licenciado en filosofía y letras, pocos fueron los que le vieron como un pensador como Platón, cómo Descartes, como Epicuro… Ya se dice; que uno no estudia filosofía sólo para aprender como pensaban los demás, sino para aprender a pensar por sí mismo. Más que aprender filosofía se aprende a filosofar. Y  Pepe lo hizo de maravilla, porque con su destreza y aguda verborrea – a veces cruel a veces de humana virtud-  nos mandaba mensajes tan subliminales que pasaban por lo bajo, para que la mente inconsciente y más oculta acabara captando casi desapercibida. En sus obras de teatro, con sus agudas y chispadas dosis de gran humor se despachó al gusto del arquero, porque con sus palabras lanzadas con ballesta provocadora se incrustaban en el espectador como flechas templadas. Y con el talento de su mordaz ingenio se clavaban en los entendimientos más enclaustrados. De su boca salieron mil mentiras y mil verdades de esta misma obra de teatro y opereta que es la propia vida. ¡Qué tampoco hay que tomarla excesivamente en serio!
Rubianes residió y se asentó en el barrio de la Barceloneta, que es morada de pescadores. Y eso, le enriqueció humanamente porque siempre vivió rodeado de gentes de bien; gentes vistas casi a diario. Jamás se sintió “Divo” ni tampoco famoso desmedido. Y a todos nos enseñó que la humildad, la rebeldía, el cinismo y la ironía son unas habilidades que se pueden tratar con acierto, medida y mejor destreza. Con Dios, tenía su relación especial, y si éste –pongamos por caso-  existe, se lo pasará en grande en el reino de los cielos, donde Pepe seguirá contando sus ingeniosas historias barnizadas de monólogo, y todos los ángeles se reirán y se lo pasarán la mar de bien.
El que esto escribe admira a muchas personas de las letras, del teatro, de la música, de la poesía, de la literatura… Ahora bien; si hay un cielo, -cosa que Pepe no lo tenía muy claro-, le estará dando la bienvenida como perspicaz anfitrión a otras las almas del espectáculo, recibiéndolas de primera instancia para tranquilizarlos y para que no se pongan excesivamente nerviosos. Grandes momentos de simbiosis se vivirán en la eternidad, porque Pepe siempre estará entre nosotros. Pepe solía decir: Si algún día he de “irme”, que sea por la puerta de atrás. Da lo mismo por donde uno salga, si por la puerta o por la ventana. Porque Pepe, igual está todavía viajando hacia el atemporal limbo siendo “no materia”, átomos del “no ser”, y como él decía: el átomo engorda porque tiene mucho nervio.
Lo que nos entristece Pepe es que nos dejarás antes de lo previsto. Pero te lo respetamos, pues toda la vida hiciste lo que quisiste, y hasta para esto de el trance óbito e irreversible  -que suele ser cosa seria- no vacilaste en demasía a la hora de marchar. Pues nunca supiste fingir ni simular vil engaño alguno.
Todos debemos de aprender de lo que nos has dejado en herencia: tu talento y facultad para el ingenio. Los que de momento nos quedamos por aquí, con no poco dolor en el corazón, sabemos que algún día partiremos como tú. Tristes estamos, eso es verdad, pero no más de lo normal sabiendo que tu canalla sonrisa permanecerá siempre viva. Y será visible como un  cometa avistado por el diáfano cielo desde Barcelona hasta Etiopía, y todos sonreiremos cada vez que miremos hacia el firmamento. La función no acaba más que empezar, cuanta locura por un guanahani, por un guanahaní… No penséis que hay un último monólogo, la función no acabará y debe de continuar, porque en el fondo, Pepe era un dramaturgo entregado a un público mezclado y casi siempre entregado y sorprendido.
Estoy seguro de que a Pepe le gustará que no le lloremos en exceso, y que mostremos la mejor de nuestra sonrisa en cualquier taberna o tasca biselada por el canalleo más corrosivo. Como esa sonrisa que no llevamos dibujada en el rostro, sino en el alma y en el tibio corazón. No hay mejor responso que el que uno hace en vida. Abiertas las puertas de el alma tendremos, pues no nos importa quién vendrá, sino quien se fue de verdad.
PD. El que suscribe, se “niega” a pronunciar la palabra muerte en este escrito. Es mi admiración y respeto para un filósofo monologista contemporáneo. Porque los filósofos y los actores de teatro y gentes de artes escénicos nunca mueren, se transforman en átomos exóticos de maravillosas semejanzas entre ellos.
Sergio Farras, escritor tremendista.

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