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15.9.15

LA XENOFÒBIA DEL "GOBIERNO"

Dos estrategias enfrentadas


SUSO DE TORO
Catalunya entró hace cinco años en un proceso acelerado de cambio sin vuelta atrás. Como si fuese una adolescente que pasa de la pubertad a la adolescencia, la sociedad catalana está poseída por un cóctel hormonal y vive una transformación. Esa transformación se está dando por la evolución natural del cuerpo social pero está muy condicionada por una dialéctica salvaje con el Estado.
Lo que envían la política española y los medios de comunicación madrileños a la sociedad catalana no son ataques políticos, es puro fuego ideológico. No hay por dónde empezar: los más finos echan mano de la economía -bien para decirles que la independencia es imposible porque no les alcanza, bien para reprocharles que son unos egoístas que pretenden dejar a España arruinada-, pero el día a día va, con todos los matices, desde el insulto a la amenaza con el Ejército.
Fue y es imposible un debate político racional porque los poderes radicados en la Corte lo impidieron conscientemente para no dejar ninguna salida y que las cosas llegasen aquí: la situación actual es exactamente la que deseaban. Una situación de tal presión que en la práctica liquidó o volvió insignificantes partidos de cierta raíz histórica; dónde va lo que fue el PSUC, dónde el PSC, dónde Unió... La decadencia de unas propuestas y la ascendencia de otras.
El radicalismo de las presiones sobre la sociedad catalana naturalmente defiende unos intereses particulares pero se sostiene sobre el incivismo y la ignorancia supina de los medios sociales y políticos cortesanos. Incivismo, ignorancia y radicalismo.
¿Era ignorancia mezclada con interés, era provocación o era las dos cosas que Rajoy dijese hace un año que “el pueblo catalán y el resto de los españoles están mezclados, tienen la misma sangre”? ¿Es ignorancia mezclada con interés, es provocación o es las dos cosas que el actual Pablo Iglesias apele a “esa gente de barrio que no se avergüenza de tener abuelos andaluces o padres extremeños”? Personas que manejan esa ideología nacionalista basada en la sangre y la estirpe y no en la voluntad libre de la ciudadanía gobiernan España o dicen querer gobernarla. Para comprender el siglo XX español y la matriz decimonónica de la corte madrileña hay que seguir leyendo a Pérez Galdós.
Y es que la estrategia del nacionalismo español frente a la estrategia independentista se basa en la división por etnias, en el racismo. Una de estas etnias imaginadas aparecerá caricaturizada como “pobres inmigrantes que hablan castellano” frente a “ricos catalanes corruptos”. Y para estos últimos los medios de comunicación madrileños ya manejan una consigna, “el 3%” añadido por sistema como burla a cualquier cosa relacionada con Catalunya.
La inmigración masiva de españoles no catalanes es un hecho que determinó la historia de Catalunya. Innúmeras historias personales y familiares y un fenómeno social, económico, cultural decisivo en la configuración de la sociedad. Ese rasgo marcado de la sociedad catalana está siendo utilizado de una forma irresponsable desde hace décadas en el juego político para someter sus aspiraciones nacionales. La integración de una gran cantidad de población inmigrante siempre es un desafío complicado, máxime cuando la inmigración se da dentro de un mismo estado desde un territorio a otro con cultura y conciencia nacional distinta, pues la persona inmigrante tiene la conciencia de seguir estando en la misma nación. Incorporar a las personas inmigrantes a un proyecto cívico compartido debe ser el principal objetivo de cualquier sociedad que aspire a una vida social democrática; ¿se consiguió eso en Catalunya? ¿En qué medida? Es un tema largo y apasionante que merece ser contado con humildad y reconocimiento.
Pero “hay que fomentar la emigración de gentes de habla castellana a Cataluña y Valencia para así asegurar el mantenimiento del sentimiento español que comporta”, decía el entonces presidente del Gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo, y esa consigna miserable resume todavía ahora el sentido de la batalla política de las diversas familias del españolismo en esta campaña. El españolismo meterá el dedo en esa herida histórica y social y dentro de cada ciudadano catalán para dividir al electorado, dividiendo así la sociedad.
Si los políticos españoles y los medios madrileños insisten en el 3% y en la figura de Pujol es precisamente porque necesitan retrotraer a la sociedad catalana a un estadio anterior, cuando el protagonismo lo tenían unas élites económicas y sociales limitadas, y no reconocer que ahora el protagonismo político es trasversal y profundamente democrático.
El sentido de esa estrategia es liquidar lo que está planteado en este momento: el enfrentamiento entre dos estrategias nacionales enfrentadas. De un lado, el deseo de las élites que sujetan el Estado de mantener la situación actual, y, del otro, el deseo catalán de existir con soberanía sobre su destino colectivo. Son deseos que se pueden respaldar con argumentos a favor o en contra, de hecho las encuestas muestran que tanto en España como en Catalunya hay partes de la población mayores o menores a favor de una cosa o de la otra. Pero lo que se hace desde la política española y los medios de comunicación madrileños es destructivo. En primer lugar, se le dice a una parte de la ciudadanía que, debido a su origen, no es realmente catalana, para enfrentarla a la otra parte, que, supuestamente, sí lo sería. Según eso, Ramon Espadaler, de Unió, por ejemplo, sería un catalán “auténtico”, pero David Fernàndez, de la CUP, no lo sería debido a su lugar de origen y su ascendencia zamorana. ¿Tiene eso algo que ver con la realidad social y política catalana que se está expresando? ¿No es un insulto a millones de catalanes y al conjunto de ese país?
Que los catalanes tenían razón cuando protestaron una y otra vez reclamando derechos democráticos lo demuestra que hasta Rajoy hable, ¡ahora!, de reformar la Constitución. Que el ministro Margallo ofrezca ahora reformarla, blindar la lengua, ampliar financiación, IRPF... Tanto insulto para eso.
Pero un resultado de la difamación continuada a los catalanes que se verá dentro de poco es el envilecimiento de la sociedad española hasta unos niveles que nos harán sentir asco a todos. Y es que no se puede caer mucho más bajo sin sentir vergüenza de vivir en un país donde los dirigentes políticos son tan maleducados, ignorantes, incívicos y xenófobos. Esa estrategia del españolismo nos envilece a todas las personas que vivimos en este Reino de España.

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