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La revolución catalana sigue. Catalunya es
un hervidero de propuestas, contrapropuestas, planes, contraplanes, propósitos,
transacciones y todo tipo de cábalas. La movilización social es tremenda. Las
rotativas y las redes no paran; las imprentas tampoco. Libros, folletos,
panfletos. Aquí se debate todo: la forma del Estado, la República Catalana, los
presos políticos, el Estado español; todo. Por cierto, con un nivel muy
respetable. Nada que ver con el de la villa y corte de los milagros. Pero
nada.
Una explosión en las redes que obliga a
replantear el saber convencional sobre los medios de comunicación. En tuiter,
una tormenta tras otra. Con esas dos novedades de tuiter tan desconcertantes: a)
lo argumentativo suele ir acompañado de poderosas ilustraciones; b) lo público y
lo personal aparecen mezclados. Internet es el foro público, universal por
excelencia y tuiter su teléfono movil complementado con whatsap. Todo ello marca
un ritmo frenético que, a veces, recuerda el teatro del absurdo. Pero no lo es;
ni mucho menos.
El parlament aprobó ayer
considerar la desobediencia civil pacífica un método de acción
política legítimo. Era de prever. La
novedad es que a los votos indepes, setenta, se han sumado los
ocho comunes. Mayoría absolutísima en contra de la criminalización de los
CDR y a favor de la acción de desobediencia civil. Se alzan las espadas.
Al tiempo, el mismo parlament aprueba la
modificación de la Ley de la Presidencia, que abre la posibilidad de investir a
Puigdemont a distancia, yugulada por el recurso previo del gobierno contra la
intención y la correspondiente suspensión del Tribunal
Constitucional.
He aquí la primera prueba a la voluntad de
desobediencia. Las espadas se bajen, claman los prudentes, advertid que ERC pliega velas y
renuncia a la vía unilateral, a Satanás y a sus pompas y obras. Obviamente, ERC
formula sus deseos de multilateralidad, ampliación y eficacia y hace bien.
Apañados estaríamos si no pudiera. Esos deseos los comparten todos los indepes
del primero al último. De haber discrepancia será en cómo se implementen. Un
futurible. En el presente, ERC cumple escrupulosamente sus acuerdos intra-bloque
y nada autoriza a pensar que no vaya a seguir haciéndolo. Ha respaldado la candidatura de Elsa Artadi como sustituta de
Puigdemont.
Las espadas vuelven a lo alto porque
Artadi, siendo una candidata perfecta desde el punto de vista de la legalidad
española, es la que más claramente convertirá en realidad efectiva la estructura
gaullista de la República Catalana que Elisenda Paluzie (ANC) ha ido a confirmar con el presidente
Puigdemont a Berlín. Atentos a lo que decidan
los miembros de la ANC, consultados estos días sobre la posición de la
Assemblea. Aquí se cuece la lista única o de país.
La idea es clara: presidente de la
República en el exterior, designado por una Asamblea de electos o consejo de la
República u órgano análogo, y una presidencia del govern en el interior en
escrupuloso cumplimiento de la legalidad española... hasta donde se pueda. En
donde no se pueda, entrará en funcionamiento esa desobediencia civil que el
Parlamento catalán ha aprobado por setenta y ocho votos a favor y cincuenta y
siete en contra y que el Parlamento español no podrá aceptar en modo alguno pero
tampoco sabrá cómo impedir por haberse encerrado en un callejón judicial sin
salida.
La desobediencia civil es pacífica. La
búsqueda judicial de violencia en el procés a partir del 1-O, infructuosa hasta
la fecha, viene ahora ayudada por el uso partidista que el B155 está haciendo
del fin de ETA. Se trata de criminalizar a toda costa el independentismo, aunque
sea por magia simpatética: atención, ETA liquida ahora para abrir en el País
Vasco un procés catalán. En lenguaje mediático con mucha imagen se pierden
matices y solo queda ETA = procés catalán. Señores jueces, no hilen tan fino:
todo el procés catalán es violencia, es ETA transterrada. Aplíquese la ley de
partidos y lo que haga falta, ciérrense los periódicos digitales indepes,
ilegalícense las asociaciones y partidos independentistas como se hizo en el
País Vasco. Delenda est Catalaunia!
En este clima de delirio nacionalista
español y con el horizonte de unas elecciones que todos rechazan, aunque no con
la misma decisión, el presidente Puigdemont tiene convocados a los diputados de
JxC el sábado en Berlín. Allá irán todos a una especie de juramento de los
horacios, de defender la patria ante el enemigo, de forma democrática y
pacífica, radicalmente no violenta. Falta el tercer horacio, la CUP, pero su
posición es conocida. Y de allí saldrán con el nombre de Puigdemont o el de
Artadi. Si es el primero, tropezará con la negativa del gobierno español
parapetado en las togas del TC; si es la segunda, planteará el problema de las
cuatro abstenciones de la CUP no ya para la mayoría absoluta sino también para
la simple si, en efecto, no se permite la delegación de voto de Puigdemont y
Comín.
Y en ambos casos, las elecciones, esas que
todos dicen querer evitar, pasan de horizonte plausible a inevitable. Puede
parecer absurdo, pero no lo es. Se recordará que en La cantante calva, de
Ionesco, no hay cantante calva alguna. Aquí, tampoco.
Publicado por Ramón
Cotarelo
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