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1.4.15

AMIGO ESPAÑOL | Roger Vinton


 
/ 13.03.2015
Hace tiempo que te oigo murmurar cada vez que se habla del “proceso” catalán. A menudo tus murmullos se transforman en gruñidos, que no pueden ser si no una muestra de desaprobación de lo que está ocurriendo en Cataluña en los tiempos actuales. Las pocas veces que logras hilvanar algunas frases manifestando tu opinión, transmites un mensaje embrollado, donde se mezclan fobias personales, deseos, informaciones falsas y alguna ley vigente. Para poder debatir contigo, el primer paso sería que definieses tu discurso, porque ahora mismo es una extraña amalgama de elementos que a menudo son contradictorios: no quieres que nos vayamos porque tú te sientes español, con lo que basas tu discurso en un sentimiento nacional, a la vez que niegas los sentimientos de los otros. Dices que no nos iremos porque es imposible, porque es España es indivisible, como creían que lo era el átomo hace un siglo. Pero también dices que si nos vamos nos irá fatal, porque por lo visto no se puede vivir sin ser español. Y rematas la jugada diciendo que en realidad los independentistas somos pocos, que lo que cuenta es la mayoría silenciosa, a la que atribuyes tu mismo pensamiento sin ni siquiera sonrojarte.
Y cuando hablas de los catalanes te permites afirmar con aplomo un corpus de ideas a cual más falsa y mezquina. No, los catalanes no somos nazis: para que te orientes, nazis eran aquellos a quien la españolísima División Azul ayudó; nazis eran los que detuvieron a nuestro presidente Companys y lo entregaron a Franco para que lo fusilara. La bandera nazi no es cuatribarrada, es otra muy distinta, con la que a menudo se fotografían los cachorros del Partido Popular, o la que se exhibe en algunos campos de fútbol españoles; o la de algunos partidos políticos (legales) que defienden la sagrada unidad de España.
Tampoco entiendo nada cuando te indignas porque, a tu juicio, en Cataluña se impone la lengua catalana. ¿No te has parado a pensar en la magnitud del disparate? Sería equivalente a protestar porque el castellano se “impone” en Madrid. Aquella es la lengua de Castilla como lo es el catalán de Cataluña. Y tampoco es cierto que exista una fractura social entre los catalanoparlantes y los que usan el castellano como lengua única, porque, entre otras cosas, todos los catalanoparlantes son también castellanoparlantes. La única fractura social que hay aquí, es la misma que hay en todos los rincones del planeta: la económica. O en otras palabras, que los ricos se juntan con los ricos y los pobres con los pobres.
Te he visto emplear la estrategia más tramposa imaginable: cuando el independentismo no era mayoritario, era un movimiento sin importancia porque “son cuatro gatos”; ahora que parece ser preponderante, resulta que se debe a la manipulación en la enseñanza y en la televisión pública. Con argumentos así siempre se gana, ¿no? Los podrías aplicar a cualquiera que piense distinto a ti y siempre tendrías razón, por absurda que sea tu postura. Además, suponer que el pueblo catalán está manipulado simplemente porque no coincide contigo es lo mismo que partir de la premisa de que todos son tontos menos tú. ¿No se te ha pasado por la cabeza que quizá el manipulado eres tú? A juzgar por la cantidad de medios que defienden una y otra postura, apostaría por esta última hipótesis.
Y no, en los colegios catalanes no se adoctrina, salvo que pienses que enseñar en lengua catalana es adoctrinar y que el único idioma apropiado para la enseñanza es el castellano. En ese caso tienes un problema grave. Pero claro, no sólo es la escuela la que impone una doctrina nacionalista, es también la televisión pública, esa que alcanza cómo máximo un 20% de audiencia y que vive rodeada de cadenas que emiten desde Madrid y, por supuesto, en castellano. Ah, y respecto al tratamiento de la información sobre “el procés” que dan unas y otras, lamento informarte que la televisión pública catalana es la que ofrece un reparto de voces más equitativo y ajustado a la realidad de su entorno, según este informe elaborado a partir del análisis de las distintas tertulias de radio y televisión.
También argumentas que la lengua catalana en sí misma es un problema, porque nos “aísla” del mundo y crea barreras. Quizá cree barreras, pero sólo a la gente como tú, porque tradicionalmente (y ahora más que nunca) Cataluña es el territorio de la península más internacionalizado y que más visitantes extranjeros recibe, que no parecen encontrar en la lengua catalana un obstáculo para estrechar lazos con esta tierra. ¿Sabes por qué? Porque tener más de una lengua es muy normal, lo anormal es lo otro, el hablar sólo una. Hazme el favor y viaja un poco. Ve a los Países Bajos, por ejemplo. Una potencia europea del tamaño de Extremadura dónde el idioma propio (el “extrañísimo” neerlandés) está por todas partes, porque es el oficial. Pero además se manejan en un inglés perfecto y no consta que nadie (ni inversores, ni turistas, ni marcianos) hayan emitido queja alguna por esta “anomalía”, la de tener dos lenguas y que la propia sea oficial en todo el territorio. Ah, y cuando empieces a viajar comprobarás que no, que con el “español” no se va a todas partes aunque lo hablen más de 400 millones de personas. Fíjate qué mala suerte, que la mayoría de esos 400 millones están concentrados en algunos de los países más inestables, inseguros o pobres del planeta. Por cierto, resulta que presumir de los millones de castellanoparlantes en América es “hermanamiento”, pero decir que los catalanes y los valencianos hablamos lo mismo es “pancatalanismo”.
Seguramente no sepas que en las otras lenguas, las “extranjeras”, hay sonidos que nunca sabrás pronunciar, porque nadie te ha enseñado que además de las cinco vocales castellanas existen también las vocales abiertas, cerradas o neutras, así como las eses sordas y sonoras. Lástima que los catalanes dominen todos esos fonemas desde pequeños –gracias al catalán- lo que les facilita el aprendizaje de otros idiomas. Es muy posible que este sea el motivo de la proverbial torpeza de los castellanos monolingües a la hora de aprender idiomas foráneos.
Cuando te ves sin argumentos, apelas a la crisis, a los recursos escasos y a las prioridades, asegurando que en Cataluña se malgastan recursos en fomentar el soberanismo, en lugar de preocuparnos “por las cosas que importan a la gente”. Ya sabes, las “embajadas” y todo eso. Si no tuvieses pánico a la verdad, buscarías datos para constatar tus afirmaciones y me mostrarías en una pizarra cuánto dinero malgasta el gobierno catalán en tapar sus vergüenzas con la bandera. Pero no lo harás, entre otras cosas, porque quedaría patente que ese argumento también en falso. Resulta que el gasto que supone eso que denominas “embajadas” y que en realidad son oficinas de representación –porque, mal que me pese, Cataluña aún no es un estado- asciende a 2,2 millones de euros al año (presupuestos de 2014), que podemos discutir si es mucho o poco, pero que en todo caso palidece ante losgastos del sistema diplomático español, donde, por poner un ejemplo, la simple reforma de la embajada de Marruecos nos costó 6,5 millones de euros (2010). Como verás, la cifra de las oficinas catalanas en el exterior la ofrece el diario ABC, un medio que, por lo que yo sé, no parece tener interés alguno en infravalorar este tipo de gastos.
Respecto a preocuparse “por las cosas que importan a la gente”, parece que aquí lo intentamos, pero alguien nos lo impide de forma sistemática: el impuesto a la banca de la Generalitat fue bloqueado por el Gobierno de Madrid; el decreto de pobreza energética que pretendía evitar que a los abonados que no pudiesen pagar la luz o el gas se les cortase el suministro durante lo más crudo del invierno, fue llevado al Tribunal Constitucional por el Gobierno de Madrid; incluso las competencias del “Síndic de greuges” vinculadas a la prevención de las torturas han sido recortadas también por el Tribunal Constitucional. Quizá estos últimos ejemplos sean meros asuntos del nacionalismo catalán y no “cosas que importan a la gente”.
Pero ya se sabe, nacionalistas siempre son los otros; en cambio tu himno, tu bandera, tus tradiciones son las “normales”: como diría un informático, las que vienen instaladas por defecto en el sistema. En consecuencia, cualquier alternativa te parece exótica, alejada del sentido común y una muestra de “paletismo”.
Y ahora que sabes todo esto, por favor, deja de hacer el ridículo.
Roger Vinton
Roger Vinton

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